Puedes encontrarte con baterías que cada vez duran menos, software que trabaja lento o piezas que no se pueden reparar, además de muchas otras cosas que te pueden dar pistas acerca de la obsolescencia programada.
Los teléfonos móviles, las impresoras o los ordenadores portátiles son dispositivos electrónicos que a día de hoy son esenciales en nuestro día a día, y que como ya habrás comprobado en más de una ocasión, pueden empezar a fallar a medio plazo. Además, en muchas ocasiones si los queremos reparar puede ser algo muy caro o directamente imposible.
Esto suele pasar de manera habitual, y tiene una razón de ser: muchos aparatos electrónicos pueden tener diferentes tipos de obsolescencias cuyo objetivo es la muerte programada del dispositivo: esto puede ir desde fallos sin explicación alguna hasta lanzamiento de nuevas versiones de los dispositivos en el mercado para aumentar las ventas.
La obsolescencia programada, en último término, es un proceso que disminuye la vida útil de los dispositivos de manera proyectada. Para conseguir esto, las empresas incluyen en el diseño de los mismos partes con una duración determinada. De esta forma, el comprador tendrá que comprar un producto nuevo cuando del que dispone deja de funcionar o se queda desfasado en algunas funciones.
Puede parecer algo reciente, pero la obsolescencia programada ya lleva existiendo desde hace más de un siglo. El origen se encuentra en el Cártel Phoebus, un acuerdo al que se llegó el 23 de diciembre de 1924 en Ginebra entre potentes fabricantes de bombillas de aquel entonces: Osram, Philips y General Electric. De esta manera buscaban controlar la fabricación y la venta.
Mediante este acuerdo, decidieron minimizar la vida útil de todas las bombillas. Así, si en 1879 la bombilla de Thomas Edison podía funcionar hasta 2.500 horas, después del mencionado hito, las horas bajaron hasta 1.000. Esta es, de hecho, la vida útil de las bombillas actuales.
A pesar de esto, fue en el año 1932 cuando se aplicó el término ‘obsolescencia programada’ por Bernard London. Fue en el siguiente artículo en donde propuso una forma de aumentar el consumo y aminorar los efectos de la Gran Depresión: “Definir la obsolescencia de los bienes de consumo en el momento de su producción”. Desde este momento, este término tendría cada vez más popularidad hasta llegar a hoy en día.
La gran mayoría de dispositivos electrónicos que podemos encontrar en el mercado es muy probable que acaben por contar con alguna de las siguientes obsolescencias:
Aunque muchos países pertenecientes a la Unión Europea ya están incluyendo medidas que penalizan la obsolescencia programada, en España la regulación todavía está en desarrollo mediante el Real Decreto 110/2015. Por esto mismo lo más normal es que los compradores hayan sufrido algún tipo de obsolescencia programada:
Es innegable que los ordenadores son esenciales hoy en día, ya sea en nuestro ámbito personal o profesional. Por esto mismo, es lógico que queramos tener en cuenta su tiempo de funcionamiento óptimo antes de hacernos con uno.
En este sentido, la vida útil de un ordenador dependiendo del uso que le demos, es de:
Como venimos diciendo, en España aún no contamos con una normativa que regule el uso de la obsolescencia programada. Esto sin duda son malas noticias para el planeta. De esta forma, de cara a comprar nuevos dispositivos electrónicos lo mejor es priorizar aquellos que cuenten con mayor vida útil.
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